Ser quien soy (Dos poemas y una explicación.)
Yo adoraba a mi abuelo—“el Viejo Torres”— un ser que vivió convencido de que ciertas cosas “malas” podían trocarse en buenas, ser revertidas si se hacían por convicción, desde el más puro centro del amor. Mago de sus propios sortilegios, arquitecto de más de un castillo de sueños, mi abuelo-héroe, hacía pensar más allá de sus sembrados y surcos.
En repetidas charlas le escuché asegurar a su médico que el café alimentaba, y que fumar un cigarrillo diario no le hacía el menor daño, podía incluso demostrarlo, (pues era más que una teoría, una aseguranza, trasmitida, nada menos que por la mismísima, Doña Blanca Torres y Pérez, su madre, quien se convirtió en heroína del pueblo por entregar a las autoridades de su propia mano y captura al temido bandido de la zona , “Látigo Negro”), radicaba el método en poseer un conocimiento tan profundo del propio cuerpo de manera que se logra con certeza hacia dónde enviar el humo por donde debía salir sin hacerle daño, asimismo, incluía en tales teorías que sus árboles frutales daban los más frutos dulces porque al plantarlos había cantado-a la postura- su canción favorita tras haberlos regado con agua tibia. Nos aseguraba, mi buen brujo, que si comías chicharrón pensando en que flotabas en el mar, mientras te dejabas llevar hacia las nubes, no había cerdo en este mundo que te hiciera subir el colesterol, que criar gallinas felices daba huevos de yema doble, y que leer para tus adentros, agrandaba el cerebro…
Así deja el Viejo Torres una profunda huella. Un legado: “ser quien soy”. Por todo ello, a los cuatro años, cuando comencé a escribir, fue el primero a quien mostré mi “magna obra” . Era un poemita de cinco estrofas, escrito en la última hoja de un diccionario de bolsillo, que él mismo me regalara; el poema estaba hecho para su hijo marinero, quien se encontraba en altar mar hacía seis meses...
El abuelo se quedó quieto un rato, sopesando qué darme tras aquella muestra de inocencia, luego dijo, ”querida, abre tus manecitas y solo levanta la vista cuando te veas reflejada en sus palmas “. Me quedé tiesa mirándome las manos, tratando de no pestañar, quería fotografiar el mapa de mis manos, descifrar cada línea: sabía que el abuelo estaba a punto de entregarme algo más preciado que las llaves para un reino. Prosiguió, tras intuir que me lo había tomado tan en serio que realmente me estaba aprendiendo de memoria mis palmas y aquello podía demorar, tomando mis manos dijo,
“ muchos te criticarán—esto será bueno para ti, te hará muy fuerte— dirán que cambies, querrán darte métodos para “arreglarte.” “Puede que quieran cambiarte, porque a los humanos nos enloquece el poder que vemos en las reglas, pues traen sumisión y control, te advierto, hay reglas en esto, como en todo — debes ser humilde y nunca dejar de aprender— también debes ser cuidadosa, y escoger.” “ Es menester no permitir a nada, ni a nadie quitar tu fuerza. “Mejorar sí, pero que no cambie nada en ti por complacer, o seguir reglas de otros, sigue lo que salga de tu alma” …Gracias, abuelo. Perdona cuando no supe escoger.
“ …porque, yo quiero ser, como me quieran ver…” Emira A. Lorenzo.
Ser quien soy
no es fácil ni difícil, simplemente es. Ser quien soy está entre lo efímero y lo indeleble:
Intersticios del simplemente soy.
Ser no es tan simple como parece:
Hay que llenarse de lanzas, ponerse un peto, encenderse de fuego, sacudir las cenizas intentarse ave fénix. Pujarse una melena de león.
Ser quien soy marca un perímetro deja un círculo, una estela, abre una brecha: -tal vez sin importancia, lo que cuenta es su extensión-
Ser quien soy, tomando en cuenta que pude haber sido una astilla de cedro o la semilla de un girasol, es entonces insignificante y hay cierta ternura en eso, un carácter redentor una cierta validez una fatua certeza.
Ser quien soy no es ni simple ni complejo ya estoy marcada por mi perímetro ‑efímero o indeleble‑, lo que importa en su extensión.
Del Poemario Mujer Sin Paredes. Copyright.
Debajo de mi Tinta.
Cómo se eligen unas simples palabras
para decir ciertas cosas,
o decir cosas ciertas.
Cómo se acomodan
para que viajen certeras,
sin desviarse
para que los oídos del mundo las reciban,
las quieran,
o las desdeñen pupilas desconocidas.
Cómo manufacturar su entereza
para que perduren,
no sean blanquecinas formas vacías
que ondulantes cualquier brisa se lleva.
Cómo hacer para que constituyan hechos.
Insten a verdades.
Desaten, interconecten, perpetúen,
cambien, animen,
concatenen, digan, lleven
¡sean!
¿Empujas sílaba por sílaba?
¿Símbolo por símbolo?,
con pujos de parturienta adolorida,
las expulsas.
Las ves nacer.
Las alumbras,
luego les das una nalgadita para que griten.
Confirmar que están vivas,
que han llegado sanas…
¿Las arropas?
Te aseguras de que tengan diez dedos,
dos orejitas...
Y una vez que han llegado,
que estés seguro,
¿cómo las ordenas?
¿Las amamantas?
¿Les cantas para que se calmen luego?
Las dejas apretar tu dedo
para que se sientan seguras…
queridas,
acogidas,
bienvenidas,
con un lugar debajo de tu tinta,
las proclamas, Hijas del Teclado,
¿Dueñas de tu Frente?
Las inscribes en tu testamento,
¡dime!
¿Cómo se dicen?,
Cómo se eligen unas simples palabras
para decir ciertas cosas,
o para decir cosas ciertas...
Del poemario Mujer Sin Paredes. Coyright.
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